La verdadera bondad del hombre sólo puede manifestarse con absoluta limpieza y libertad en relación con quien no representa fuerza alguna. La verdadera prueba de la moralidad de la humanidad, la más honda (situada a tal profundidad que escapa a nuestra percepción), radica en su relación con aquéllos que están a su merced: los animales. Y aquí fue donde se produjo la debacle fundamental del hombre, tan fundamental que de ella se derivan todas las demás.

Milán Kundera. 

En el vergonzoso historial de la humanidad se observa con horror los episodios de sometimiento y tortura del hombre por el hombre; nos parece inconcebible por irracional, que colonizadores europeos consideraran a los nativos seres inferiores carentes de alma para justificar la atrocidades de la esclavitud; pero basta reflexionar un poco para establecer la analogía que reproduce esta misma lógica absurda frente a los animales: toda actividad que implique sufrimiento a cualquier entidad viviente es un acto de esclavitud equiparable al acontecido en los procesos de conquista americana.
Srila Prabhupada, el más ilustre exponente de filosofía védica que ha venido a occidente, explica en La ciencia de la autorrealización que además del cuerpo material la especie humana es en esencia jíva, o alma; por ello resulta insulso sugerir que los animales carecen de ella, pues con respecto a las necesidades básicas condicionadas a la materia no existe distinción entre ambos, a saber: comer, dormir, defenderse, y reproducirse; por ende es ilógico establecer juicios de valor antropocéntricos y especistas, siendo este último una forma de racismo que se ha establecido artificialmente a través del instinto gregario de la sociedad, naturalizando la matanza de otros seres en el mayor holocausto del planeta; por ello Srila Prabhupada afirmó que jamás habrá paz en la tierra mientras existan lugares especializados en matar animales, o lo que es equivalente, si en nuestras prácticas cotidianas consumimos y/o utilizamos servicios y productos que patrocinen el sufrimiento de las demás entidades vivientes.

En consecuencia, la esclavitud contemporánea no solo afecta a quienes no tienen voz, sino que se ha reproducido en las esferas laborales donde se vulneran a sectores marginados; niños y mujeres trabajan largas jornadas para multinacionales por poca o ninguna remuneración, a las cuales pagamos por gran cantidad de productos o servicios que consumimos, es una realidad que se ha esforzado por mantenerse sutilmente cubierta bajo la cortina del espectáculo materialista. No ser consciente de esta realidad y esforzarse para cambiarla desde el mínimo aporte individual es el indicio de esclavitud mental, pues estamos siendo víctimas de un somnífero que afecta nuestra sensibilidad y compasión inherente a la quintaesencia humana.
Despertar pues, es tarea imperante ante las graves circunstancias en las que se halla la sociedad actual, tratar de corregir nuestras acciones, retornar al origen.

Por: Diego Castañeda
Imágenes: Urban Art by Banksy

 
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